Amplio es el olvido. Cubre las estrellas y se extiende más.
Hebras ebrias de algidez lo tejen. En él
se desmorona el oloroso cuello del jazmín y cae a tierra
el vuelo de la santa madreselva sobre las antiguas baldosas
que contuvieron carreras y besos rasantes de orlas de sedas y donde
de hinojos se despidieron las hojas con forma de manos remotas.
El olvido
tiene su vitral quebrado al fondo. Y una fuente seca
con su surtidor de sombras manando.
Mi nombre lo conoce bien el olvido de ojos amarillos
vestido de rapsoda. Siempre llega. Siempre
me lanza su mirada de lince antiguo
y en su presencia versos como éste yo le escribo.
Por él será comida la tierra y sus vívidos tatuajes.
Con sus palacios y empedernidas fiestas
de la tristeza.
Y el abrazo del mar será degustado en sus fauces y él se quedará
repitiendo sus arcos para nadie como lo hacen mis pupilas
abandonadas por todos.
Y en sus arenales corredizos saldrá la mano de este verso...
Chile, Quilpué, 10 de Agosto del 2007.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario