buscando esa mirada semejante.
Junto al borde raído del mar
me detuve largamente y terrible.
Nadie.
Recorrer despreciadas colinas me permitieron,
con sus danzas verdes congregadas,
por apiadación.
Y ante todo lo santo diseminado
mis pies dejaron su solitaria huella
dibujada en las serenas constelaciones.
1985
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