viernes, 17 de agosto de 2007

NADIE ME AMA

Nadie me ama.

Desamada soy
como la tierra;
como el árbol de la esquina
todo melena triste.

Lo saben los perros azules,
cabizbajos, de estas calles lúgubres,
donde ellos yacen y rezan
temblando entre los pasos de hierro.

Me he derramado como el sol y aún así,
nadie es para mí mi cáliz,
mi lar,
mi vellón de tibieza.

Quizás no se ama y la noche es grande.
Por esto este túnel me atraviesa.

Pero vivo.
Entonces,
alguien me besa
en la bóveda inmensa.

Y me teje y desteje.

Y ha de ser el que me abraza cuando
metida en el catafalco de la noche
a mi lecho entro, a las nueve.

Me dejaron todos los que amo
y amé
con fruición de poeta

como una manzana
enamorada,
de riente tristeza.

Asomando en la lluvia
como el campanario. En la ventana.
Pisando la playa solitaria de la espera.
Y siendo llaga.

¡Oh cómo adoré!

Susurrando entre los besos, encendido el verbo
y el cuerpo como un planeta suplicante

toda detalles y elixires
de posesión y entrega

besando hasta la gota de sudor
sobre su huella.

Ebria el alma...
de caballero andante.

Para tener el amor...
El raro amor...
Y su casi impensable hermosura.

Pero él no llegó.
Como el tren
que se tragó la lluvia.

Ahora me resta
este eterno silencio frígido
donde yace mi amplio lecho,
lívido.

Hace frío.

Le hablaré sin pausa y para siempre
al invisible oído.


16 de Agosto del 2007
23:13