martes, 18 de septiembre de 2007

CARTA A UN PENSADOR CIENTIFICO SOLITARIO

Tú no has aprendido la importancia de las cosas que hay
en cualquier patio de provincia, quizás
un sillón de mimbre, utensilios, ropas bailando al sol. No has aprendido
la exacta necesidad de todo esto; porque, si concibieras la cósmica situación
de un total desaparecimiento de lo concreto
quedando sólo el hombre, la falacia de la utilidad de lo sólo abstracto
-una vida guiada por la razón -hipertrofiada aun a la selección de los afectos,
caería por fin. Porque tu espera es el resultado de esos malos principios;
toda añoranza, ensimismada, demasiado tiempo extendida en el corazón,
aunque etérea, es, a la postre, anodina
y se puntualiza al fin en su propio trazo inútil
cuando la vida triunfa, luego o tarde. Y yo te diría
así has hecho, no has vivido, no sabes
el umbilical darde de los seres, no conoces
la razón de las viviendas humanas: no has vivido.
Y esto te parecería, en consecuencia, como tanta realidad
de súbito, en ti; que estás crecido
con la madurez perfecta de los frutos, siendo ésta
tu propiedad magnífica,
tu fluido. Comprenderías, entonces
la belleza doliente del mundo
y su necesariedad. No querrías
esa índole de viajes en que te esmeras, fuera
de este planeta azul, por el cual
rechazas mi poesía terrestre. Porque se viaja solo cuando
reconocemos al otro. Acompañados
de otra existencia viajamos por la ciudad y ella
viaja por el cosmos.La vida nace
desde las reunidas manos , desde el amado pecho
donde reclimanos la frente. La vida nace
de la vida,en suma.
Y tú no has tenido noticias de este incontenido caudal
que bebe la leche de los astros y que se extiende
como la común gracia de los hombres: la vida
terrestre.Procuras
qué raro reino, sobre infinitas rocas,
en la altura, años luz. Es cierto que eres genio
matemático, solitario como la plaza
al amanecer. Resistente
como los acorazados frutos del desierto. No esperas
compañía alguna, dices. Pero esperas.
Imagina, entonces, por un instante, la destrucción de la cultura visible
como en una cinta cinematográfica en que sólo queda un hombre
sobre rocas y planicies con el color del aliento del fuego, en un
gris tremendo,en el de un vacío cósmico posiblemente;
aquélla realidad sin tuétanos, negación de todo lo palpable,
comprenderías terrible. Verías cuán válido es el hombre
y sus cosas, las innumerables ciudades, los objetos
multiformes, llenos de aromas corporales;
y mi sillón de mimbre sería abrazado por ti, y alabarías
el abrazo telúrico del hombre y la mujer cuando se encuentran
para amarse. Y buscarías...

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