martes, 11 de septiembre de 2007

GRITO

Que me deje de tocar
este río tremendo
con los llantos de crepúsculos
al fondo.
Poderes, poderes
me cojan.
Desde este centro
o tarima de torre abandonada;
donde mi corazón estremece los astros;
donde extiendo mi mano preexistente
en mi círculo de orbe.
Oh al borde de mi ola de ciudad
seca uña gris a mis pies
cuando me llueve un otoño
y se me adentra.
Y yo sigo como un montón de escombros,
otra sombra a lo lejos.
En el centro de un mar tremendo.
Sufro. Azules
me rescaten.
Me destila
esta sangre gris en el ecrán del frente
en este más austero desierto.
Enclavada estoy en este ojo de planeta.
Semicerrado. Herido, herido.
Amenazado por el pleamar de los muros.
Es el tiempo de las estatuas de humo allá.
De los nimbos tocándose.
Del unirse de esferas.
Respiro cataclismos.
Pronto pareciera el entrecuce.
El resbalarse de playas.
Parece, luego, la hora de los rascacielos
de niebla impenetrable.
Del humo verdiazul en las pupilas.
Y de las multitudes sin rostro en los espejos.
Que se quebrarían junto al mundo.
Enero 2004.

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