viernes, 7 de diciembre de 2007

UN POEMA O UNA OLA DE VICTORIANO VICARIO

Un poema o una ola, qué más da, si es el ritmo
del corazón poblado de ciudades y pájaros
el que hace andar con buen paso los vidrios
del sueño por los largos hospitales anchados.
Tú sabes como el tiempo nos aprisiona dentro
de un margen de desidia o abandonado espanto.
Pero si nos arrastra la luna, ¿ es que moriremos?
Flecha pura en la alcoba de un guerrero apagado.

Buen tiempo, entonces, para morir, si nos prepara
la soledad un lecho de archipiélagos náufragos,
y una botella donde el mensaje se oxida
como las grandes hélices de los barcos anclados.
La noche. Pero ruedan por la casa los peces,
y por las escaleras se fuga el sueño anciano,
y tú te deshabitas de sugerencias puras,
y caes como un muerto antiguo y desolado.

¡Recordar cómo caen los héroes! ¡ Y qué héroes!
Preparándose el féretro de tierra y rosas.Cuando
la luz sobre los ojos les dibujaba una puerta
y una casa mecida entre juncos esclavos.
No es de un corazón la discordia, es del fino
carillón que te empuja hacia la selva clásica,
donde duerme enterrada la llave entre las hojas
y el sol pega su efigie de oro sobre las parras.

Victoriano Vicario, chileno nacido en 1911.

1 comentario:

Labrisomus dijo...

De Victoriano Vicario a Ana María...


LAS VIEJAS SOMBRAS CHINESCAS
¿Cuántas pulsaciones rememoran el itinerario del vértigo?
ilimitadamente ansiosa de deseos,
aguda, salvaje colocando ese sello
de fuego crepitando destellos.
Tras la inmediatez colosal,
carnal ello, agudizando las plantas que
sonidan música en la espina y médula.

¿Cuántos torrentes disparados? Pétalo a pétalo, deshojándose
genésica desde el músculo,
volando planeadamente la gavilla
de la delicia en la orilla de ese
trozo de mar donde yacimos
hasta ser arenas calcinadas.

¿Cuántos misterios dolorosos y gozosos fueron y vivieron en los
ventarrones velocísimos de
cópula a cópula, hasta la voz del cuerpo y su universo taumatúrgico?

Estos ojos míos que perdieron el
brillo de los tuyos,
recogen sombras de lo que fueron
tus miradas y las mías.

Cae en nos, el desajuste del estertor tras el grito secular que
expande ese aroma que ha quedado
tras el acostarse dejando impregnado un polvo cristalino de
fascinación y locura